Domingo, 11 de Mayo de 2014.
Era el día de regreso a casa. La noche la habíamos pasado fatal –al menos yo- por el ruido que había en el hostal, así que nos levantamos más tarde de lo habitual. Nos arreglamos y salimos a desayunar donde nos había recomendado Begoña, de «La Galatea»: a «Valor». Es una chocolatería que encuentras en muchos sitios de España (ya la conocíamos) y como yo soy una “chocahólica”, pues la decisión era fácil.
A pesar de no ser muy temprano, la ciudad estaba desierta, así que pudimos aprovechar a dar una vueltecita prácticamente solos. Todo un lujo después del gentío que habíamos visto ayer…
Regresamos al hostal para acabar de recoger nuestras cosas e hicimos el check-out. También pedimos permiso en recepción para dejar las maletas allí hasta que nos fuésemos; no hubo ningún problema y nos las guardaron en consigna, sin ponernos ninguna hora para la recogida y para la retirada del coche del parking.
Como ya estaba todo arreglado en ese aspecto, nos fuimos a la Plaza Mayor a ver dónde era el sitio en el que iba a ser la presentación del libro de Rodrigo Cortés. Fue fácil: en un stand central que había en la plaza.
Como aún era un poquito temprano, nos sentamos en una de las terrazas a esperar a que diese la hora para entrar y coger buen sitio.
Cinco minutos antes de las 12:00 ya vimos que se podía pasar, así que pagamos (un par de cafés bastante caros y no muy buenos, por cierto) y nos fuimos a sentar bien cerquita… ¡para verlo mejor! Puntualmente, llegó con su editor y comenzó la presentación. ¡No pensé en que me lo iba a pasar tan bien en la presentación de un libro! Lo que nos reímos con él… si es que es un cachondo. Os recomiendo muy mucho su libro: “A las tres, son las dos”.
Al cabo de casi una hora de estar hablando, contestando a preguntas (yo me quedé con las ganas de preguntarle algo… por boba) y demás, nos fuimos a otra caseta para firmar y allí sí que pudimos hablar directamente con él. Un tío peculiar, especial, para conocer… se me ocurren muchos adjetivos, pero puedo resumirlo en que si antes me gustaba, ahora me encanta. Y aquí está la última foto de las vacaciones, con la que estaba como un niño con zapatos nuevos:
Después de salir de la feria, a pesar de que era un poco temprano, nos fuimos a comer algo para no parar de camino. Volvimos a la taberna de ayer, el “Dionisios”, y volvimos a probar otras tantas tostas, a cual mejor. Durante la comida, el tema de conversación no pudo ser otro que Rodrigo Cortés…
Ahora sí, ya se había acabado todo, así que fuimos al hostal a recoger nuestras maletas, a por el coche, y pusimos rumbo a casita. Nos quedaban algunas horas por delante, estábamos ya muy cansados, pero la semana había merecido muchísimo la pena.
Lisboa nos había enamorado, Ávila y Salamanca se habían convertido en muy buen punto de partida y final, respectivamente, para las vacaciones, y con todas estas ciudades formaríamos un grato recuerdo que siempre conservaríamos en nuestra memoria.