Domingo, 05 de Junio de 2016.
Hoy podríamos decir que fue el día «menos productivo» de todo el viaje. Y es que cuando nos levantamos y miramos por la ventana, estaban cayendo chuzos de punta… ¡y nosotros sin paraguas! Así que nos lo tomamos con muuuuucha calma; al fin y al cabo, y a pesar de que en Boston hay muchísimas más cosas que ver, ya habíamos hecho lo que más ganas teníamos, el Freedom Trail, así que no nos estresamos y decidimos take it easy, por la zona de Back Bay… 😉
Así que con esta premisa, cuando salimos del hotel eran como las 10 de la mañana y, aprovechando que justo en ese momento no llovía, nos fuimos a desayunar al «Pret A Manger» que hay en la calle Boylston, a unos 200 metros. Como siempre, café, zumo y bollos por $11.
Cuando salimos ya estaban empezando a caer algunas gotas, así que nos acercamos a un súper cercano para comprar un paraguas. ¡Nos salvó la vida! Y eso que, a pesar de comprarlo porque en la etiqueta ponía «mega-size» y pensamos que sería un paraguas de estos tipo sombrilla…jeje…, en absoluto lo era. ¡Qué fallo! Pero bueno, nos apañamos… de momento…
Cuando salimos del supermercado ya estaba lloviendo a mares y no se veía apenas gente por la calle (entre le lluvia y que era domingo…). Queríamos visitar la Trinity Church, considerada como uno de los 10 edificios más espléndidos de Estados Unidos, pero al ser domingo había misa y tuvimos que esperar un rato, así que dimos un paseo por Boylston Street, una de las arterias principales de Back Bay y zona, principalmente, de oficinas.
Cuando se acercaba la hora de que finalizase el oficio dominical en la iglesia, volvimos sobre nuestros pasos por la misma calle hasta llegar a Copley Square, donde se sitúa la iglesia. Esta plaza está considerada como el centro de entretenimiento del barrio, y está rodeada de los edificios más singulares de la ciudad -como lo es la Trinity Church-, entre los que destaca la Biblioteca Pública de Boston. En 1996, coincidiendo con su edición número 100, se colocó en la acera una placa en honor al famosísimo Maratón de Boston, que tiene su meta junto a la Biblioteca.
Una pena que fuese domingo, porque nos habría gustado mucho visitarla.
Cuando dieron aproximadamente las 12 del mediodía pudimos entrar ya en la Iglesia donde, sin haberlo planeado, nos unimos a una visita guiada que resultó ser de lo más interesante. No sabíamos la posibilidad de hacer dicha visita, pero al entrar nos lo comentaron y no dudamos en unirnos al grupo. Doug, nuestro guía, un feligrés de la parroquia, resultó ser un «sabio» en cuanto a la Trinity Church se refiere y, aparte de las típicas explicaciones arquitectónicas y demás del edificio, nos contó un montón de cosas de la Historia de la iglesia, así como de la propia ciudad de Boston. ¡Mira por donde gracias a un día lluvioso íbamos a pasar un buen rato dentro de una iglesia! Porque, para ser sinceros, si no hubiese llovido como lo hacía, probablemente nos habríamos conformado en ver la iglesia desde fuera…
Ahora, después de haberla visto por dentro, he de decir que bien merece la pena entrar.
Después de finalizar la visita y despedirnos de Doug, con quien estuvimos un buen rato hablando incluso después de haber finalizado la ruta, nos fuimos directamente a comer. E íbamos con un destino fijado y pensado ya con anterioridad: el «Parish Café and Bar». Recomendación absoluta de, entre otras personas, mi buen amigo David, que vive en Boston a temporadas y me dijo antes de irnos que no podíamos perdernos los sandwiches que servían. ¡Completamente de acuerdo! ¡Exquisitos!
Nosotros fuimos al que más cerca teníamos, el de Boylston Street, aunque sé que hay otro en Massachusetts Avenue.
Nos tomamos un plato de hummus, un sandwich de pollo para mí y, para Sergio, una especialidad de la casa recomendada por el camarero que nos atendió: un bocata de ternera, «Le Mistral«. ¡Espectacular todo! Eso sí: barato no fue pero, como ya os habíamos comentado en el post anterior, ya nos habíamos dado cuenta de que Boston es una ciudad cara… Pagamos sobre unos $50.
Salimos de comer bastante tarde porque había muchísima gente en el restaurante, por lo que tardaron en atendernos y servirnos. No vimos mayor problema, porque como seguía lloviendo a mares, lo que menos teníamos era prisa.
Cuando salimos, dimos un paseo por otra de las calle principales de Back Bay: Newbury Street. Esta arteria es sinónimo de elegancia, sobre todo por las múltiples y prestigiosas galerías de arte o alguno de los restaurantes más selectos de Boston, que se dan lugar a lo largo de ella. También está llena de iglesias, como la Church of the Covenant, con la mayor colección del mundo de vidrieras de Tiffany, o la Emmanuel Church, donde los domingos por la mañana una orquesta y un coro interpretan cantatas de Bach. No pudimos entrar en ninguna de ellas porque a esas horas estaban cerradas.
Lo que sí disfrutamos fue de las espectaculares fachadas que se arremolinan en esta calle, casi todas del característico ladrillo rojo.
Pudimos ver también, entre la niebla y la lluvia, uno de los edificios más emblemáticos de la ciudad: el Prudential Building. Fue el primer rascacielos (52 plantas) que se construyó en Back Bay, en el año 1965. Su base está ocupada por oficinas y un centro comercial. El «Pru», como se le conoce coloquialmente, tiene un mirador abierto al público en la planta 50. Se trata del único de 360º de Boston y, gracias a su ubicación junto a la cima de la colina de Boylston Street, dicen que ofrece unas vistas espectaculares. Como es obvio, ni siquiera intentamos subir, porque con la niebla que había, no íbamos a ver nada de nada… 🙁
Lamentablemente el paseo se hacía cada vez más incómodo debido a la incesante lluvia que caía con más fuerza a cada paso, así que decidimos poner fin a la tarde y volver al hotel.
Allí nos dedicamos a dejar las maletas preparadas para el día siguiente, cuando tomaríamos el tren hacia el siguiente -y último- destino del viaje. Además, aprovechamos para ultimar detalles: billetes, confirmación de hoteles y vuelos, llamar a la familia… En fin, esas cosas que en días anteriores no habíamos hecho.
A última hora de la tarde salimos un momentito para comprar algo de cenar y volvimos al hotel. Al día siguiente tendríamos que madrugar mucho para irnos a una de las ciudades que más nos gustan en el mundo-mundial. ¿Adivináis cuál es? Si no lo hacéis… ¡tendréis que esperar al siguiente post! 😉