Viernes, 13 de Septiembre de 2019.
Hoy de nuevo madrugamos un poco pero, al final, no nos sirvió de mucho. Y es que teníamos que coger un autobús para que nos llevase a la primera zona que queríamos ver, pero calculamos mal los horarios y estuvimos esperando en la parada más de 20 minutos. Ups!… Por cierto, el bus que tomamos fue el número 29, dirección Silverknowes.
Bueno, aún así, llegamos sobre las 10 de la mañana y no había nadie por la calle, o sea que bien. Y ese lugar que iba a ser nuestro primer punto del día era, ni más ni menos, que Circus Lane, una callejuela del barrio de Stockbridge que parece sacada de un cuento.
Allí nos entretuvimos un buen rato haciendo fotos, paseando por los alrededores y soñando con comprarnos una de esas casitas…jeje. ¡Qué lugar idílico para vivir!
Antes de seguir hacia la siguiente zona, decidimos hacer un descanso para tomarnos un café calentito, ya que tiraba un aire que cortaba y apetecía entrar un poco en calor. Escogimos para ello la «Pattiserie Florentin» (5 North West Circus Place), un café muy acogedor y con unas tartas y cafés muy buenos.
Habiendo ya entrado en calor, continuamos nuestro camino hacia al zona de Dean Village, a lo largo de un paseo de aproximadamente un kilómetro, el cual transcurre en buena parte a orillas del Water of Leith.
El Water of Leith Walkway, es un sendero que bordea el río Leith a lo largo de todo Edimburgo; dicen que el tramo que va desde la National Gallery of Modern Art hasta el barrio de Stockbridge es uno de los más bonitos. Nosotros solo hicimos parte de este sendero, no llegamos al Museo por falta de tiempo.
Un lugar muy chulo que nos encontramos durante el paseo es St. Bernard’s Well, un pozo de agua mineral que en el pasado -no muy lejano- atraía a visitantes que creían que sus aguas tenían propiedades curativas; a día de hoy, su agua no se considera apta para el consumo.
El pozo está situado en un templo de estilo clásico: una estructura de planta circular, coronada con una estatua de mármol de la diosa griega de la salud, Higía.
Desafortunadamente, el interior solo puede visitarse en épocas muy contadas del año (como el «Día de Puertas Abiertas» de la ciudad), así que nosotros tuvimos que conformarnos con verlo desde fuera. Aún así, merece la pena porque es precioso.
Continuamos el sendero, pasando por debajo del Dean Bridge, hasta llegar a Well Court. Construido en 1884 para alojar a los trabajadores, este complejo de viviendas de forma de patio de comunidad es uno de los lugares más fotografiados de Dean Village. Y razones no le faltan, porque parece de postal:
Pasear por esta zona de Edimburgo es adentrarse en un remanso de paz, donde parece que el tiempo se hubiese detenido. Las raíces de esta aldea de Dean Village se remontan a 1128, siendo durante siglos un enclave en cuanto a la industria panadera se refiere; la corriente del río servía para propulsar los molinos que se usaban para tratar la harina que abastecía a toda la ciudad.
Y estando paseando por la zona, fue cuando tuvo lugar la anécdota del día y yo diría que de todo el viaje. Veréis, desde que comenzó a entusiasmarme la idea de viajar a Escocia -más concretamente a Edimburgo como primera toma de contacto- comencé a seguir a través de Instagram a varias cuentas relacionadas con el país que me gustaban. Una de ellas es la de Ian G Black (@ianblack) un fotógrafo cuyo perfil era uno de mis favoritos en cuanto a Escocia se refiere.
Pues bien, estando paseando por el Village… ¡lo veo! ¿¿¿De verdad era él??? ¡No me lo podía creer! Me puse súper nerviosa, tipo adolescente fan de un grupo de música. Me daba muchísima vergüenza, pero tenía que decirle algo… Así que, en un momento que vi que no le pudiese molestar, me acerqué a él y le pedí si podíamos hacernos una foto juntos. El tío se quedó bastante sorprendido y me dijo algo así como ‘Really? With me?’ («¿En serio? ¿Conmigo?»); no sé, debe ser que nadie se lo había preguntado antes. El caso es que le expliqué que era seguidora de su cuenta en IG y demás y accedió encantado. De hecho, hasta me dijo que se sentía como una estrella de rock. ¡Jajaja!
Fue majísimo, chicos. Estuvimos hablando un rato, nos comenzó a seguir en nuestro IG, usó su teléfono para hacernos fotos que me mandó ese mismo día por la noche, con un mensaje de lo más amable. A partir de ahí, hemos intercambiado algún que otro mensaje, aún. Y nos pidió que le escribiésemos cuando volviésemos a Edimburgo. ¡Yo no daba crédito! Estaba entusiasmada, ya os digo, como cualquier fan de un rockero o de un actor. 😉 ¡Ah, claro, que os tengo que mostrar las pruebas! Jeje…
Tras despedirnos de Ian seguimos nuestra ruta hacia el Dean Cemetery, uno de los cementerios más bonitos de todos los que conocemos a día de hoy. Sus senderos, llenos de naturaleza, hacen que pasear por allí sea muy agradable. Ya sabéis que en países como Escocia, Inglaterra… los cementerios tienen un significado distintos al que nosotros tenemos en España y están vistos como lugar para poder ir a pasear en paz y tranquilidad. Es un concepto que, a nosotros, nos gusta muchísimo. Por supuesto, las visitas siempre deben de hacerse bajo el respeto que un lugar así lleva implícito.
El cementerio es enorme, así que solo dimos un breve paseo por los senderos más centrales. Queríamos regresar ya hacia la Old Town o Ciudad Vieja, pero antes íbamos a parar a comer en un local muy original: un antiguo cine, «The Caley Picture House» (31 Lothian Road). Allí nos tomamos una hamburguesa -Sergio- y un buen plato de fish & chips -yo-, a un precio bastante decente.
¿Siguiente parada? Armchair Books (72-74 West Port), ¡el paraíso para los amantes de los libros antiguos! En Edimburgo hay varias librerías que venden este tipo de libros de segunda mano, pero esta nos la habían recomendado por encima de todas. Y no me extraña. Es entrar allí y flipar en colores…
Recorrimos sus pasillos un montón de veces, buscamos y rebuscamos entre miles de tomos, hasta que dimos con don ejemplares, uno de 1875 y otro de 1883, que ahora ya forman parte de nuestra pequeña biblioteca de libros de viaje antiguos. Y como no podía ser de otra forma, ambos son sobre Escocia. ¡Sergio salió de allí como niño con zapatos nuevos!
No entramos en ninguna otra librería, porque ya nos habíamos gastado nuestras buenas £ y no era plan… Pero que sepáis que en la misma calle hay, al menos, otras dos del mismo estilo.
Seguimos por la calle West Port hacia abajo, hasta llegar a una escaleras que hay a mano derecha, las cuales hay que subir para llegar a The Vennel. Esta callejuela, rodeada de las murallas de la ciudad y flanqueada por farolas, nos ofrece una de las visiones más impresionantes del Castillo de Edimburgo. Solamente hay que girarse de la que vas subiendo y ves esto:
Seguimos la calle hacia arriba, por el lateral de uno de los edificios más impresionantes y que más nos llamó la atención de la ciudad (que no fueron pocos): el «George Heriot’s School». Es una de las escuelas privadas más prestigiosas de Edimburgo y, dicen, inspiración para J.K.Rowling para crear Hogwarts. No en vano, los alumnos de la George Heriot están divididos en cuatro casas, cada una de las cuales lleva un color de uniforme distinto y los alumnos, a lo largo del curso, van sumando puntos en diversas actividades y, a final de año, una casa se proclama ganadora. ¿Os suena de algo, potterheads? 😉
Apenas pudimos sacar una foto bastante regulinchi porque el colegio está cerrado y, al asomarnos un poquito, vimos que estaban saliendo los niños de clase, así que no nos pareció buena idea ponernos a tirar fotos.
Sabemos que solo abren a visitas al público, a ciencia cierta, durante los Días de Puertas Abiertas, así que nos encantaría poder estar en la ciudad algún día de esos y hacer la visita. ¡Sería como estar en Hogwarts! Jeje…
Seguimos rodeando el cole hasta el final, donde comienza casi inmediatamente el Cementerio de Greyfriars, que volvíamos a visitar tras el día anterior, donde finalizó nuestro freetour con Blubale. En esta ocasión íbamos a recorrerlo con más calma y buscar dos lápidas muy asociadas, también, al mundo mágico de Harry Potter.
Una de ellas seguramente que no hace ni falta que os diga de quién es:
Pues sí, la de Thomas Riddle, el nombre real de Lord Voldemort. Dicen que la familia está bastante cansada de la cantidad de gente que hay delante de la tumba de su antepasado… y no me extraña, la verdad.
La otra, la del poeta William McGonagall, cuyo apellido J.K.Rowling usó para uno de los profesores de Hogwarts (Minerva McGonagall, jefa de la casa Gryffindor). Este pobre hombre tiene la fama de ser el peor poeta de la historia y dicen que «no era capaz de escribir una rima, ni aunque se la dictasen».
Pero Greyfriars tiene mucho más que esas dos tumbas que, probablemente solo tengan cierto interés para aquellos que nos guste la saga de Harry Potter. Merece mucho la pena darse un paseo por él.
Salimos del cementerio por una de las puertas laterales, la que da a Candlemaker Row, pasamos por Grassmarket -a donde luego volveríamos- y subimos por Victoria Street, camino de la Royal Mile, para acercarnos a un sitio que nos habían recomendado para tomar el té: «Deacon’s House Cafe» (304 Lawnmarket). Allí nos tomamos un cream tea, es decir, un té con scones untados con clotted cream y mermelada. Muy typical! 😉 El lugar es muy cuqui y los scones son tan grandes, que nos pedimos uno para compartir. ¡Estaban deliciosos!
Después del té, que nos vino como anillo al dedo porque el tiempo ya empezaba a refrescar, nos fuimos un poco de shopping, que ya le habíamos echado el ojo a varias tiendas y alguna cosilla que queríamos traernos para casa. Dejamos las bolsas en el hotel, que nos pillaba de paso (es lo bueno que tiene pillar hoteles que están tan bien situados) y nos fuimos a hacer algo que todavía no habíamos hecho desde que habíamos llegado a Edimburgo: ¡tomarnos una pinta! Para ello, regresamos a Grassmarket, una plaza llena de pubs con mucha fama.
Tras un par de intentos, ya que estaba todo hasta la bandera, encontramos una mesa en el «Maggie Dickinson’s», donde dimos buena cuenta de un par de pintas (bueno, para ser sinceros, yo media de sidra… jeje) y brindamos por nuestro segunda día en Edimburgo.