Royal Mile, freetour, Castillo y Mary King’s Close

Antes de comenzar a relataros el primer día en Edimburgo, os pongo un poco en antecedentes de lo que fue nuestra llegada a la ciudad, traslados y demás.
Volamos con Ryanair (no quedaba de otra) desde Santander, a donde llegamos con nuestro propio coche que dejamos en el parking reservado a través de la app de Aena. Nuestro vuelo salía tarde, a las 22:20, así que cuando llegamos a Edimburgo, nos bajamos del avión y pasamos el control de pasaporte -donde había una cantidad de gente impresionante- eran más de las 12 de la noche.
Al organizar esta escapada, viendo la hora tan tardía en la que íbamos a llegar, a mí me entraron dudas sobre cómo ir desde el aeropuerto al hotel; y no porque no supiera las posibilidades que hay, sino más bien por el miedo a que no fuese seguro caminar a esas horas de la madrugada por las calles. Dudas que me quitaron de la cabeza dos personas que conocen muy bien la ciudad: Ana, de «Lovely Scotland», y Patricia, de «Mad about Travel«. Ambas me aseguraron que Edimburgo es una ciudad de lo más tranquila a cualquier hora y que no tuviésemos miedo de ir caminando hasta nuestro hotel.
Y efectivamente, menos mal que les hice caso, porque de haber cogido un taxi para llegar al hotel -como había sido mi idea inicial-, nos habríamos gastado bastante más dinero del que finalmente pagamos. Y es que tomamos el bus que conecta durante todo el día la terminal con distintas zonas de la ciudad: el «Airlink«, de la compañía Lothian Buses. El billete nos costó £9 (sólo ida porque aún no sabíamos cómo íbamos a hacer con el viaje de vuelta) y tardamos apenas 30 minutos en llegar a nuestra parada, que es la última del recorrido: Waverly Bridge, justo al lado de la estación. De allí a nuestro hotel, el paseo no llegó a 10 minutos. Y sí: Edimburgo de madrugada es súper tranquila; caminamos sin apenas gente, pero sin ningún tipo de miedo porque no daba sensación de inseguridad en ningún momento.
A todo eso, nuestro hotel era el «Ibis Edinburgh Centre South Bridge», que reservamos como siempre a través de Viajes Callejeando por el Mundo. Estuvimos muy a gusto en él. Si bien es básico -como suele suceder con los Ibis-, no echamos en falta nada, a pesar de su baño chiquitísimo; el desayuno era bastante decente, pero lo mejor de todo era su ubicación: a 5 minutos de la Royal Mile y, con ello, de un montón de sitios interesantes de la ciudad.

Y después de esta pequeña introducción, paso a contaros cómo fue nuestro primer día en una ciudad a la que le teníamos muchísimas ganas -especialmente yo, Lidia- y que nos dejó completamente enamorados.

 

Jueves, 12 de Septiembre de 2019.

A pesar de habernos acostado muy tarde la noche anterior, procuramos madrugar un poquito para aprovechar bien el día. Así que a eso de las 9 de la mañana estábamos saliendo del hotel.

A las 10:30 teníamos reservado un freetour por parte de la ciudad, pero como aún era temprano, decidimos dar un pequeño rodeo y pasar por una de las calles más emblemáticas de Edimburgo: Victoria Street. Muchos dicen que se trata de la calle más bonita de la ciudad, con sus fachadas de colores, su pendiente en forma de C y su doble nivel.
Y, como primer apunte friki de Harry Potter (que en este diario habrá más de uno 😉 ), se dice que J.K.Rowling se inspiró en ella para crear el «Callejón Diagon». Fans del mundo mágico… ¿vosotros qué opináis?

Esperábamos verla con poca gente al ser tan temprano. Y así fue… con la salvedad de que no pudimos pasar por una de las aceras porque ¡estaban rodando! Sabíamos que esos días, en la ciudad se filmaba una de las pelis de la saga ‘Fast & Furious’, pero aquello no tenía mucha pinta de ser una peli de acción, la verdad:


Y, efectivamente, no era la peli; esa misma noche nos enteramos, gracias a Angie del blog «Más Edimburgo«, que se trataba de la versión americana de «La Ruleta de la Fortuna». ¡Qué fuerte! Jajaja…

A esa hora las tiendas aún estaban cerradas, así que subimos hacia la Royal Mile, por donde dimos un paseo mientras hacíamos tiempo hasta la hora del freetour. Esta calle, columna vertebral de la Old Town de Edimburgo, une el Castillo con el Palacio de Holyrood. Como su nombre indica, mide una milla; pero como curiosidad, no se trata de una milla propiamente dicha (1.609 metros), sino que es un pelín más larga, concretamente 1.814, la conocida como milla escocesa. Está llena de tiendas, restaurantes, pubs,… y sus conocidos closes (callejones estrechos llenos de encanto).

Un poquito antes de las 10:30 estábamos en el punto de encuentro para comenzar la visita: el 164 de High Street, junto a las 3 cabinas rojas. ¡Imposible perderse!

El freetour lo contratamos con una empresa llamada Blubale por recomendación de Vero, de «Viajar Code:Verónica«, y fue súper bien. Éramos un grupo de 6 personas, que es lo que buscamos en una visita de este tipo: grupos pequeños con los que podamos interactuar con el guía y con el resto de viajeros. Eso es un punto muy a su favor: la no masificación de los tours.
Nuestra guía Cinthia, resultó ser todo un encanto: se notaba su pasión por Escocia, su Historia, su gente… y nos la transmitía en cada una de sus explicaciones. Además, siempre estaba dispuesta a explicarnos cualquier cosa que le pidiésemos, ya fuera lugares para ir a comer, tomarse una cerveza, visitas en la ciudad o fuera de ella… Y como vio que yo era una apasionada potterhead me dio un montón de recomendaciones al respecto. 🙂

Cinthia nos llevó por varios puntos de la ciudad: City Chambers -el Ayuntamiento de Edimburgo-, Mercat Cross, la Catedral de St. Giles’ -que, en realidad no es una catedral per se, aunque todo el mundo la conozca como tal-, Victoria Terrace -que es la parte superior de Victoria Street-, Grassmarket o el Cementerio de Greyfriar.



A prácticamente todos ellos volveríamos a lo largo de nuestra estancia en la ciudad, pero fue una muy buena primera toma de contacto para hacernos una idea de la Historia de Escocia, sobre todo. Cosa que, por supuesto, nos encantó.

En el Cementerio de Greyfriar finalizamos la visita con Cinthia, a la cual agradecimos enormemente el rato tan agradable que habíamos pasado y le pagamos por su gran trabajo.
Este es el primer freetour que hacemos y nos gustó mucho la filosofía. Para aquellos que no sabéis cómo funcionan, es simple: en este tipo de tours es el turista, al final de la visita, quien decide el precio que considera justo pagar, en función del guía y de su trabajo; en lugar de pagar por adelantado por un servicio que no sabes si te gustará o no, es al final cuando se valora el servicio.
¿No os parece interesante?

Eran ya pasadas las 12:30 cuando finalizamos la visita, así que nos fuimos directamente a comer. Durante el paseo de la mañana le habíamos echado ya un ojo a uno de los posibles restaurantes a los que ir y que nos habían recomendado nuestros amigos Tino y Paula (otros grandes enamorados de Edimburgo y con los que compartimos un deseo enorme de volver a Escocia): Howies’, en Victoria Street. Allí queríamos probar uno de los platos típicos del país: haggis, neeps & tatties. El haggis es una mezcla de carne picada de distintas partes de la oveja -aunque también se pueden hacer con ternera o cordero-, bastante condimentada, y cocida en una bolsa hecha con el estómago del animal; se sirve con puré de patatas (tatties) y nabos (neeps).
Yo no estaba muy segura de que me fuese a gustar porque no soy muy carnívora que digamos pero estando allí había que probarlo, ¿no? Así que lo pedimos como entrante, para compartir, por si acaso no nos gustaba. Os enseño el plato para que ver qué os parece la pinta que tiene:


Pues oye, resultó que estaba bastante bueno. No se ha convertido en uno de nuestros platos favoritos, pero no nos importaría volver a comerlo. Eso sí: el puré de patatas estaba delicioso y a Sergio el de nabos no le gustó demasiado; ese me lo comí yo, que me recordaba un poco el sabor a coliflor, que me encanta. Junto con el haggis, nos pedimos de segundo un par de platos de salmón -elaborados de distinto modo-, y un postre riquísimo para compartir. Salimos de allí con el estómago bien lleno y, no recuerdo el importe exacto, pero no pagamos demasiado para todo lo que habíamos comido.

Tras el almuerzo, y siguiendo con las analogías gastronómicas, venía el plato fuerte del día: el Castillo de Edimburgo, esa fortaleza imponente que se encuentra situada en una colina y que se ve desde prácticamente toda la ciudad.

Os cuento que la visita la hicimos guiada, pues ya habíamos leído y nos habían dicho que haciéndola por libre -que, por supuesto, también se puede- no le sacas todo el partido y el jugo que tiene un lugar como este.
Así que nos pusimos en contacto con la empresa Viajar por Escocia. Cierto es que íbamos un poco expectantes y con algo de miedín por la mala experiencia que habíamos tenido en México este año con los tours guiados, pero os aseguramos que ambas experiencias no se parecen en absoluto. Chicos, ¡esta fue un acierto 200%! De nuevo nos encontramos con un grupo pequeño, una guía maravillosa -Noemí- y un trato de 10 en todo momento. No podemos estar más agradecidos y habernos gustado más.
De hecho, nos quedamos con ganas de hacer algún otro tour con ellos, pero no pudimos por falta de tiempo. Eso sí: cuando regresemos, seguro que repetimos. 😉

Nuestro tour comenzó a las 14:30 y duró unas 2 horas más o menos, aunque una vez acabado, pudimos quedarnos el tiempo que quisimos en el Castillo. No vamos a destriparos toda la visita, pero sí que os doy alguna pincelada de lo que se puede ver en él.

Llegamos a la explanada, en la que aún había enormes gradas montadas para el desfile de ‘The Royal Edinburgh Military Tattoo’ que había tenido lugar unos días antes, a través de la Royal Mile. Aquí Noemí ya nos puso un poco en situación, contándonos parte de la Historia de Escocia, la cual a nosotros nos resulta apasionante.

Si os fijáis a ambos lados del arco de entrada hay dos figuras enormes: William Wallace y Robert the Bruce, dos personajes fundamentales para el desarrollo histórico del país.
Este arco conduce hasta la puerta llamada Portcullis Gate… que vaya con el  nombrecito de la puerta, ¿eh? Jaja…

Siguiendo las almenas, un poco más adelante, podemos ver ya varias de las baterías de cañones del Castillo. Entre ellas, se encuentra el cañón -ya moderno- conocido como One O’Clock Gun, que se dispara todos los días a la 1 en punto de mediodía. El origen de este hecho se remonta a 1852, cuando en el Monumento a Nelson situado en Calton Hill se instaló una bola que caía a diario a esa hora para que, al verla, los marineros ajustaran sus relojes; sin embargo, debido a la niebla procedente del mar tan común en Edimburgo, impedía la visibilidad en muchas ocasiones. Así que en 1861 comenzó a dispararse este cañón a dicha hora, como acompañamiento a la señal visual inicial.


Y siguiendo con cañones famosos, también pudimos ver el Mons Meg, una de las bombardas medievales mejor conservadas del siglo XV. Se trata también de uno de los cañones más grandes del mundo: 4,6 metros de largo y más de 6,5 toneladas de peso. Al principio era usado como cañón de asedio, pero por su gran tamaño y su excesivo peso, era muy difícil transportarlo, por lo que se  empezó a utilizar como cañón de salvas.

Justo al lado del Mons Meg está la Capilla de Santa Margarita, el edificio más antiguo de Edimburgo, construida alrededor de 1130. Es muy pequeñita y, a día de hoy, aún se celebran algunas bodas y bautizos.


Uno de los lugares más bonitos para nosotros del Castillo es la Plaza de la Corona, en torno a la cual se disponen la mayor parte de los edificios de la cima. Fue construida como patio principal de la fortaleza durante el reinado de Jacobo III. Al norte están los monumentos National War Memorial y Scottish National Memorial, que conmemora a los soldados escoceses que murieron en las dos guerras mundiales y en conflictos más recientes.

Al oeste está el Queen Anne Building y al este el Royal Palace. En este último es donde se guardan Los Honores de Escocia (la corona, el cetro y la espada del estado), las joyas usadas para coronar a los reyes escoceses. Junto a ellos, también se expone la famosa Piedra de Scone, de la Coronación o del Destino, una reliquia con una historia de lo más interesante, con robo(s) incluido(s). Si queréis saber un poco más de ella os invito a que veáis este vídeo de YouTube de Lovely Scotland, donde Ana os cuenta todo sobre ella.
En el Palacio Real está también la habitación donde María Estuardo dio a luz el futuro Jacobo VI, quien uniría las coronas inglesa y escocesa en 1603.

En el interior de estos edificios no está permitido sacar fotos, así que solo podemos mostraros el exterior, pero os aseguramos que merece mucho la pena entrar en cada uno de ellos.

Otro de los motivos, por si los anteriores no son suficientes, para visitar el Castillo de Edimburgo, son las vistas tan impresionantes de la ciudad que se obtienen desde varios lugares de sus murallas. No lo explico, lo muestro 😉 :



Una curiosidad que nos contó Noemí y nos llamó mucho la atención: el cementerio de mascotas del Castillo. Sí, sí, como lo leéis. Se trata de una pequeña terraza, que se puede ver desde arriba, repleta de pequeñas tumbas. Se creó en 1840 para que los soldados pudieran enterrar a sus perros -sobre todo-, en las épocas en las que la fortaleza se encontraba aislada del exterior:

En resumen, el Castillo de Edimburgo merece una visita guiada sí o sí. No nos extraña que sea la atracción más visitada de la ciudad porque merece muchísimo la pena. Os dejo otro par de fotos más y ya «nos vamos» a otro sitio…




Para cuando salimos del Castillo eran casi las 6 de la tarde y teníamos la siguiente visita para las 6 y cuarto, así que tuvimos que apurar un poco el paso para llegar a la hora. Menos mal que no quedaba lejos. El nuevo tour, y último del día, era para Mary King’s Close. En un principio habíamos reservado la visita para la última hora de la noche en inglés, pero luego lo pensamos mejor y decidimos intentar cambiarla para hacerla más temprano y en español; en teoría, las reservas no se pueden modificar, pero les envié un correo electrónico unos días antes y, muy amablemente, me hicieron el favor de modificarnos la reserva.

Mary King’s Close es un conjunto de callejuelas del siglo XVII que, a diferencia de los diferentes closes que a día de hoy todavía se pueden recorrer a lo largo de la Royal Mile, está oculto, ya que quedó sepultado hace varios siglos. Encima de ellas se construyó la City Chambers (Ayuntamiento) y todos los comercios y hogares que había allí quedaron relegados al olvido, hasta el 2003 que se abrió como atracción turística. Es por ello que lo llaman «la ciudad subterránea de Edimburgo».

Nuestra guía, vestida de época y llamada Victoria, nos llevó por el entramado de calles que conforman el laberinto, junto con Mary King’s Close: Stewart Close, Pearsons Close, Allan Close y Craig Close. A través del recorrido, pasamos distintos lugares como las casas de la gente que allí vivía, que variaban en función del nivel social, habitaciones donde se explican cómo yacían las víctimas de la peste, la habitación de la niña Annie -uno de los fantasmas más famosos-, una antigua cuadra,…

En esta visita no se pueden tomar fotos a lo largo de todo el recorrido. Es por ello que, si queréis saber algo más, os remito a la página oficial o a uno de los artículos de Angie, del blog «Más Edimburgo«, donde explica genial lo que esperar de la visita.
En nuestra opinión, si bien es una entrada que no resulta barata, merece la pena hacerla para ver Edimburgo «de otro modo». A nosotros nos gustó.

Ya había casi anochecido cuando salimos de Mary King’s y decidimos cruzar hacia la New Town, para dar un paseo por Princess Street y cotillear por alguna de sus tiendas. Antes, de la que bajábamos, pasamos por delante del New College, de la Universidad de Edimburgo, un edificio impresionante al que yo tenía muchas ganas de entrar. Sin embargo, ya era tarde, así que tuvimos que conformarnos con verlo desde fuera. Queda anotado para la próxima visita. 🙂

Lo dicho: dimos un paseo por Princess Street hasta que nos encontramos con un restaurante kaiten-sushi, de esos que tienen la cinta transportadora por donde van pasando los distintos platos. Nos apetecía cenar algo japonés -sobre todo a mí- así que no lo dudamos y entramos. No fue nada del otro mundo, pero bueno, se me quitó un poquito el antojo.

El primer día había dado mucho de sí con todas las visitas que habíamos hecho y Edimburgo ya se había metido en nuestros corazoncitos… y eso que aún quedaban muchas más cosas. Estábamos bastante cansados así que nos fuimos de regreso caminando al hotel. Eso sí, nos despedimos con un par de imágenes nocturnas muy especiales…