Viernes, 09 de Mayo de 2014.
Hoy era nuestro último día en la capital lusa… oooh… Nos daba muchísima pena despedirnos de esta ciudad que nos había enamorado desde el primer momento pero bueno, aún teníamos unas cuantas horas por delante para disfrutarla, así que no perdimos tiempo y nos pusimos en marcha enseguida.
En un principio no teníamos muy claro qué podíamos hacer hoy porque ya nos habíamos recorrido las zonas más “típicas”, así que decidimos irnos hacia la parte nueva: el Parque de las Naciones. Esta zona de Lisboa se creó con motivo de la Exposición Universal de 1998, se accede a través de la modernísima estación de Oriente y del puente Vasco da Gama, y allí se encuentra un gran centro comercial con el mismo nombre.
Llegar allí nos llevó bastante tiempo porque fuimos en metro y tuvimos que hacer varios cambios de línea. Esta zona yo no la había preparado demasiado bien (ni siquiera llevaba un mapa), así que decidimos recorrerla un poco a nuestro aire, deambulando por allí y viendo los magníficos edificios y construcciones que se habían realizado para la Expo. Nada que ver con lo que hasta entonces conocíamos de Lisboa…
Mientras caminábamos por la orilla del río se nos ocurrió que podríamos conocer uno de los puntos más visitados del Parque: el Oceanário. Recordamos que un amigo que había estado en la ciudad nos había dicho que “lo de los peces estaba muy bien” (¡gracias Rafa!), así que como a nosotros ese tipo de visitas nos gustan mucho, decidimos que podría ser interesante. ¡Y vaya si lo fue! Además, había una exposición temporal de tortugas marinas y yo, que soy una enamorada de estos animales, animé a Sergio a que aceptara. No me costó demasiado…
(Nota: el señor que sale junto a Vasco (mascota del Ocenário), se nos coló en la foto…)
Se trata del segundo acuario más grande de Europa y allí coexisten más de 15.000 seres vivos, de más de 450 especies diferentes. El edificio en que se encuentra es de los que más llama la atención del Parque de las Naciones. Está «flotando» en el agua y se accede a él por pasarelas. Durante la Expo se llamó Pabellón Océano y fue uno de los más populares. El precio de la entrada –incluyendo la exposición temporal- es de 16€.
La primera visita que hicimos, que así te lo marcan en la entrada, fue la de las tortugas marinas. Allí disfruté como una niña porque, como os digo, este tipo de animales me encanta… Lástima de las fotos que no salen demasiado bien, pero aunque así fuera, creo que tampoco hacen honor a lo bonito que es este sitio.
Después de un buen rato disfrutando de las tortugas nos fuimos ya a la exposición permanente, donde pudimos observar pingüinos, nutrias, tiburones, rayas… ¡Una maravilla! ¡Cómo me gustaría saber bucear y poder disfrutar alguna vez del mar de esa forma!
Había bastante gente en el Oceanário, pero como es tan grande, se puede visitar sin problema. Vimos también muchos grupos de niños muy chiquitines que se quedaban flipando cuando veían todo.
Por cierto, dos animalitos que no podían faltar (y yo no paré hasta encontrarlos) eran…
¡Nemo y Dori! ¡Por supuesto! Los que no hayáis visto la peli, imagino que no tendréis ni idea de lo que estoy hablando, pero supongo que poca gente hay que no conozca a estos dos personajes, ¿verdad? Jejeje…
Cuando acabamos de visitar el acuario ya era la hora de comer. ¡Nos habíamos pasado toda la mañana “entre océanos”! Y como el hambre ya empezaba a hacer de las suyas, decidimos acercarnos hasta el Centro Comercial Vasco da Gama para buscar algún sitio donde comer.
Por cierto, al salir, nos fijamos que la cola de entrada era enoooorme y la gente estaba empezando a “apelotonarse” para poder ver los peces. Qué bien haber llegado tempranito y evitar multitudes.
Del Oceanário al centro comercial hay unos 10 minutos caminando y, de la que íbamos llegando, vimos que había un Pizza Hut. No nos lo pensamos dos veces y nos fuimos directos allí para comer. ¡Qué ricas las pizzas! Pagamos por ellas, los postres y la bebida, 25,40€. No me parece que la diferencia de este tipo de franquicias con España sea muy grande, ¿no?
Comimos tranquilamente, nos dimos una vuelta por el mall, haciendo alguna que otra comprita y luego, volvimos a coger el metro hacia el hotel para dejar las bolsas. Aprovechando que no era muy tarde y que al día siguiente no queríamos tardar mucho en salir de Lisboa, decidimos ir haciendo las maletas. Dejamos todo lo que pudimos preparado y al cabo de un rato de descansar, volvimos a salir a la calle, conscientes ya de que iba a ser nuestro último paseo por la ciudad…
Nos fuimos caminando hasta la Praça de Rossío y dimos una vuelta por los puestos de artesanía, donde el día anterior no nos habíamos parado. Queríamos despedirnos en cierta manera de Lisboa y decidimos acercarnos a tomarnos una ginjinha. Se trata de un licor hecho con cerezas de ginja (guinda), mezcladas con aguardiente, azúcar y otros ingredientes. Había leído que uno de los sitios típicos para ir a tomarla está precisamente en esta plaza, así que no nos costó mucho encontrarla: “A tendinha”.
Se trata de un bar chiquitito, una tasca más bien, donde había gente local –a excepción de un grupo de ingleses que estaban de despedida de soltero, sentados en la terraza con una cantidad ingente de cervezas- y decidimos sentarnos dentro. Pedimos primero solo una ginjinha para probarla yo y como me gustó, pues pedimos otra. Está muy rica pero quemaaaaa… jiji…
Después de la ginjinha lo que nos hacía falta era cenar y como ya sabéis que somos muy fans del Starbucks (y yo me había hecho “fan number 1” del bagel de queso), volvimos a cenar allí: 2 botellas de agua, mi bagel y dos sándwiches para Sergio, 12,90€,
Cuando salimos de cenar ya se había hecho de noche y, aprovechando que Sergio llevaba el trípode de la cámara, nos paramos a hacer alguna que otra foto, que no teníamos ninguna que no fuese de día…
Y con esta perspectiva de Lisboa, nos volvimos al hotel, recordando cuánto nos había gustado la ciudad, su gente, su gastronomía, su paisaje,… y estando 100% seguros de que nuestra elección para el primer viaje de este año había sido la mejor que podíamos haber hecho.
¡¡¡ MUITO OBRIGADO, LISBOA!!!