Viernes, 20 de septiembre de 2013.
Todo lo bueno llega a su fin y hoy era nuestro último día en San Francisco, en USA y de nuestras vacaciones… 🙁 Pero todavía teníamos por delante unas cuantas horas para quedarnos con un buen sabor de boca de toda esta experiencia.
Ese día nos levantamos sin prisa, sin planes establecidos y… ¡con hambre! Así que íbamos a probar otro de los restaurantes de los que tanto había oído hablar: “Lori’s Diner”. Hay unos cuantos repartidos por toda la ciudad y uno de ellos estaba justo un poquito más abajo del hotel (como os dije en la primera etapa de San Francisco, el “Orchard Hotel” esta estupendamente situado). Así que p’allá que nos fuimos. No tuvimos que esperar cola y enseguida vino una camarera para acompañarnos a nuestra mesa. El ambiente es muy estilo al “Peggy Sue’s” (aunque a mí me gustó bastante más este último), muy años 50, y la comida está también bastante rica. Yo, como era la despedida, me volví a tomar mis –ahora añorados- huevos benedict y Sergio, si os soy sincera, no me acuerdo qué fue lo que pidió, pero sé que le gustó mucho.
Llevábamos impresos unos cupones con un 20% de descuento, por lo que la cuenta no fue nada excesiva. Los cupones los imprimimos directamente en la web del restaurante.
La pregunta surgió cuando salimos del restaurante: ¿a dónde vamos ahora? Era el día que más nublado y más fresco estaba, y como os dije, no llevábamos ningún plan establecido, solo pasear y disfrutar. Así que, aunque no seamos muy aficionados al baseball –yo ni siquiera entiendo las reglas y mira que me las han intentado explicar y en su día estuve en un partido de los «Angels» de Anaheim- decidimos ir a ver el estadio de los “Giants” de San Francisco: el AT&T Park. Para ello, cogimos el metro del MUNI y nos bajamos en la parada del estadio, no tiene pérdida porque está señalada. En esta época no había liga, por lo que el estadio estaba cerrado, pero dimos una vuelta todo alrededor y nos pareció enorme; encontramos la tienda del equipo, donde nos compramos una pelota de recuerdo, y yo me quedé con ganas de alguna camiseta, pero los precios eran bastante elevados… Pudimos ver un poco del estadio por dentro porque hay una zona en la que hay unas verjas, donde tenían las puertas abiertas, y asomándose vimos un poquito de la zona de juego. Como os digo, es gigantesco… ¡nunca mejor dicho!
A pesar de que hacía fresquito, como íbamos bien abrigados decidimos ir paseando a la orilla del mar tranquilamente, sin prisa y hasta donde nos cansásemos (la verdad que todos los días del viaje empezábamos a notarlos…).
Y así, caminando y caminando, acabamos en el Ferry Building, el antiguo edificio del puerto cuya torre, dicen, se parece a la Giralda de Sevilla. Juzgad vosotros mismos:
Llegados a ese punto ya estábamos un poco cansadinos, así que decidimos reponer fuerzas con un bollo y coger el transporte público para volver hasta el Pier 45. Después de mucho esperar porque no llegaba, pudimos coger la histórica línea F, que tiene tranvías de más de 150 años, los cuales han sido traídos de diversas partes del mundo –Moscú, Hamburgo, Hiroshima,…- para su restauración y posterior utilización.
Desde el muelle, fuimos caminando a Ghirardelli Square donde, raro para mí, no compré nada del famosísimo chocolate…
… y de ahí a coger el cable car correspondiente a la línea de Powell-Hyde. En este parada, como se trata de la primera (o última, según se mire) también se puede ver el giro manual del vagón entre el operario y el cobrador, para emprender la vuelta. Por este motivo supongo que la cola era bastante larga, pero como no teníamos prisa ninguna, decidimos esperarnos e intentar, esta vez, ir de pie en el vagón.
Estuvimos allí como unos 20 minutos, haciendo cola, y cuando llegó nuestro turno de entrar, echamos a correr y …. ¡¡¡tachaaaaaaan!!! ¡Pudimos ir de pie!
Ostras, no os vayáis a creer, que yo al principio iba con bastante miedo porque vas con todo el cuerpo fuera del vagón, así que iba agarrada a la barra como si no hubiese un mañana. Jajaja… Pero una vez que empieza el viaje…. ¡es una gozada! Las primeras cuestas se te pone un poco el estómago en la garganta, especialmente cuando te cruzas con otro vagón y puedes tocar a la gente que también va de pie, pero luego es, de verdad, una experiencia muy chula. Así que ya sabéis: si podéis, ir de pie en el cable car.
Nos bajamos en la última parada, en Market-Powell y de allí seguimos caminando sin rumbo fijo hasta que, cuando nos dimos cuenta, llegamos a Yerbabuena Gardens, una zona ajardinada muy tranquila en el distrito SOMA (South of Market Street). Buscamos un sitio donde comer porque volvíamos a tener hambre, y encontramos una pizzería donde nos compramos un par de pizzas individuales y salimos a comerlas a los jardines. ¡Qué paz! ¡Qué a gusto estábamos allí! Además, como os comentaba antes, ya eran un montón de días sin parar y el cansancio hacía mella en nosotros, por lo que decidimos quedarnos allí a descansar sin mirar el reloj…
Cuando nos cansamos ya de estar allí emprendimos rumbo al hotel, haciendo una paradita antes en un Starbucks para probar, por vez primera, el frapuccino. ¡Ay! ¿Por qué no habrá Starbucks en Asturias? ¡Qué rico está ese café frío! I really miss it…
Ya en el hotel, lo que hicimos fue ponernos a organizar las maletas. Al día siguiente teníamos que levantarnos “híper-temprano” y no nos apetecía tener que madrugar todavía más. Así que dejamos todo listo (con gran dificultad porque, ya sabéis que de un viaje siempre se vuelve con más de lo que se va….) y nos fuimos a la cama prontito.
El viaje prácticamente había terminado y había salido todo a la perfección. Incluso mucho mejor de lo que nunca soñamos. Y así, soñando con todo lo bonito que habíamos visto y vivido, pasamos nuestra última noche en “el Oeste Americano”…