18 DÍAS EN JAPÓN – Hiroshima y Miyajima

Jueves, 21 de Mayo de 2015.
¡Feliz cumpleaños, Sergio! Hoy, para celebrar el cumple, haríamos algo muy especial: visitaríamos Hiroshima y dormiríamos en un ryokan en Miyajima. ¡Planazo! Bueno, he de decir que ese día también era el cumple de mi padre, y aunque no pude tirarle de las orejas, también me acordé mucho de él porque estoy segura que le hubiese encantado visitar con nosotros Hiroshima. ¿Verdad, papá? Jeje…

Como el día se preveía completito, madrugamos de lo lindo: a las 06:15 de la mañana estábamos en pie. Recogimos todo en las maletas, que íbamos a dejarlas hasta mañana en recepción, nos preparamos las mochilas con lo necesario para esos dos días que estaríamos fuera de Kioto y bajamos a hacer el check-out. Como siempre, cero problemas para dejar en consigna el equipaje y buenos deseos para la “excursión” que íbamos a hacer.

Teníamos reservados ya los billetes para el trayecto Kioto-Hiroshima (los habíamos reservado en el momento que activamos el JR Pass, el primer día que llegamos a Osaka), en el shinkansen “Hikari 493” de las 8 de la mañana. ¡Íbamos a coger un tren bala por vez primera! ¡Qué emoción!

Como era temprano aún, pasamos por “Mr Donut” a coger unos bollos y unos zumos. Y aquí, una nueva anécdota de esas que le gustan tanto a Vero, del blog “Viajar Code: Verónica”… jiji…
Todavía faltaban unos 5 minutos para las 07:30 y el establecimiento aún no había abierto, pero ya había una chica esperando en la cola y nosotros nos pusimos detrás. Pero vamos, sin prisa alguna. Abrieron una de las cajas y la chica se puso a pedir; nosotros, que ya habíamos cogido en la bandeja nuestros donuts, nos pusimos a esperar para que nos sirvieran las bebidas y yo, inconscientemente y por costumbre, eché una ojeada al reloj. Pues uno de los chicos que trabajaba allí que estaba limpiando las mesas me vio e, ipso-facto, dejó lo que estaba haciendo y, prácticamente corriendo, fue detrás del mostrador para abrir otra caja y atendernos. ¡Pero si no había nadie más en la cola! Pues el chaval, si no nos pidió quinientos millones de veces disculpas “por la espera” no nos las pidió ninguna. ¿Espera? ¿Pero qué espera? Con lo acostumbrados que estamos aquí a estar en el supermercado con 20 cajas, de las que solo hay 3 abiertas, y unas colas de gente kilométricas…. ¡eso sí que es espera! Como siempre digo desde que volví de Japón: lamentablemente, es imposible no hacer comparaciones…

Puntual, como todo en el país, llegó nuestro tren. Mirad qué chulo:

Llegamos a Hiroshima a las 10 de la mañana, sin necesidad de hacer ningún transbordo. El trayecto en shinkansen es comodísimo y, en tramos, se nota la velocidad muchísimo; la pena que no tengan un cuenta-kilómetros o algo así para saber cuál es la máxima que alcanza en ese trayecto. Jeje…

Hiroshima es una gran ciudad, de más de un millón de habitantes, capital de la prefectura homónima y la más grande de la región Chugoku, en el sur de Japón. Como todos sabéis, es tristemente famosa en todo el mundo por ser la primera “víctima” de la historia de una bomba atómica, el 6 de Agosto de 1945, que arrasó la ciudad.
Casi todos los puntos de interés –al menos, los que a nosotros nos interesaba visitar- están en el Parque Conmemorativo de la Paz, situado en el epicentro de la explosión, y cuyo propósito no sólo es recordar a las víctimas, sino mantener vivo el horror de las armas atómicas y abogar por un mundo en paz.

Para llegar al parque desde la estación de JR tomamos el tranvía número 1 cuya parada está justo a la salida. El precio del billete, para los dos, fue de ¥320, y nos bajamos en la parada Chuden-Mae, para acceder al parque por su entrada sur.

vista del Museo de la Paz en Hiroshima desde entrada del parque

La primera visita que hicimos fue al Museo Conmemorativo de la Paz. La entrada, más bien simbólica, es de ¥50 por persona y, con audífono, ¥300. Nosotros íbamos con la idea de coger la visita con este último, pero al llegar y acercarnos a la taquilla vimos que había visitas guiadas en varios idiomas y decidimos preguntar; nos dijeron que había una que comenzaría en ese instante en inglés y decidimos unirnos. Lo que nos llamó mucho la atención es que era gratis y, para más suerte, sólo estábamos nosotros dos. Nuevamente, todo un lujo poner disponer de una guía personal. Yoko, que así se llamaba la señora que nos guió por todo el museo, fue de lo más agradable y nos contó cosas que ni siquiera sabíamos de ese fatídico día, cosas que en los libros de texto que estudias en el cole, ni se mencionan…
Según íbamos recorriendo las distintas salas, el nudo en el estómago que se me iba formando se hacía cada vez mayor y las ganas de echarme a llorar por todo el horror que allí se representa, también se acrecentaban. No hicimos ninguna foto porque estábamos tan sumergidos en las cosas que nos contaba Yoko, que si se nos ocurrió. De todos modos, yo creo que las fotos no transmitirían ni de lejos, lo que allí vimos.
Hay maquetas y material audiovisual que ayudan a entender el antes y después de Hiroshima y el escenario nuclear a escala mundial. Se explica con detalle la vida en la ciudad antes de la explosión, el porqué se eligió esta ciudad como primer objetivo y la vida en ella después de la bomba. Se exponen objetos de las víctimas (la mayoría de ellos estudiantes): fotos, relojes, mochilas de la escuela, ropa… que nos transportan al horror de ese fatídico 6 de Agosto de 1945.
Como os podéis imaginar, no todo el paseo por el museo es agradable y hubo salas que yo prácticamente pasé de largo porque se exponen fotos realmente duras y desagradables.
Al finalizar la visita que no sé ni lo que duró porque la conversación con Yoko fue tan maravillosa que perdimos la noción del tiempo, nos despedimos de ella agradeciéndole el habernos enseñado más de Hiroshima y su historia. Ella, por su parte, nos hizo un regalo que nos encantó: unas grullas de origami hechas por ella. ¡Las guardo con muchísimo cariño!

Cuando salimos del museo, nos dedicamos a caminar por el parque viendo los diferentes monumentos, cada uno de ellos con un significado especial.

Por ejemplo, el Cenotafio Conmemorativo, situado en el centro del parque y que lleva grabados los nombres de todas las víctimas conocidas de la bomba atómica. Fue uno de los primeros monumentos en ser construidos; concretamente se inauguró en el año 1952, en el 7º aniversario del lanzamiento.
Tras él, en medio de un pequeño lago, vemos “La Llama de la Paz”, con un carácter marcadamente simbólico: desde 1964 permanece iluminada y no se apagará hasta que no hayan desaparecido todas las armas nucleares del planeta y la aniquilación nuclear deje de ser una amenaza.

cúpula de Genbaku en Parque de la Paz de Hiroshima vista desde el Cenotafio

En este Cenotafio también encontramos una placa conmemorativa con la inscripción: “Let all the souls here rest in peace, for we shall not repeat the evil”, que se traduciría algo así como “Que todas las almas aquí descansen en paz, pues el error no lo repetiremos jamás”.

placa conmemorativa en el Cenotafio del Parque de la Paz en Hiroshima

A pocos metros de allí también está otro monumento que, para mí, es el que más me emocionó. Y no porque tenga una arquitectura o formas espectaculares, sino por lo que representa y por los momentos que allí pudimos vivir.
Se trata del Monumento a la Paz de los Niños, en memoria de aquellos pequeños que murieron víctimas de la bomba. La estatua representa a una niña con los brazos extendidos por encima de la cabeza, sosteniendo una grulla de papel.

Monumento a la Paz de los Niños en Parque de la Paz de Hiroshima

El porqué de la grulla nos lo explicó Yoko durante la visita al Museo. Se basa en la historia real de la niña Sadako Sasaki, quien sufrió los efectos de la bomba cuando tenía 2 años; 10 años después ingresó en el hospital debido a una leucemia relacionada con la radiación. Ella creía que si hacía mil grullas de papel se curaría; 8 meses más tarde, murió. Sus compañeros del cole completaron la serie y ahora, niños de todo el mundo envían grullas de papel a Hiroshima, que son colocadas diariamente junto a la estatua.

collage de niños ofreciendo grullas de origami en el Monumento a la Paz de los Niños en Parque de la Paz de Hiroshima

grupo de niños saludando delante del Monumento a la Paz de los niños en el Parque de la Paz de Hiroshima

Como veis, pudimos ser testigos de varios momentos en los que distintos grupos de niños realizaban sus ofrendas de grullas y mostraban sus respetos delante del monumento. Fueron momentos muy emocionantes porque los niños cantaban y recitaban cosas que, a pesar de no entender, hacían que se te pusieran los pelos de punta.

Después de estar un buen rato allí y cuando ya no había más niños, nos fuimos a ver más de cerca la Cúpula de la Bomba Atómica o Genbaku Domu. Situada al otro extremo del río, es uno de los símbolos más tristemente conocidos de la ciudad. El hipocentro de la explosión de la bomba tuvo lugar a escasos metros de este edificio, que en aquel momento albergaba el Centro de Promoción Comercial e Industrial de Hiroshima. Fue la estructura más próxima que resistió el impacto y, a día de hoy, se conserva exactamente igual a como quedó después del bombardeo. Está considerado como Patrimonio Mundial por la UNESCO.

edificio de la cúpula Genbaku en Parque de la Paz de Hiroshima

Pasear alrededor de este edificio fue otro de los momentos más impactantes para mí de ese día visitando la ciudad. Y es que ponerte a pensar que no hace muchos años, en una sociedad “normal” y civilizada, allí mismo cayó una bomba de esas características acabando con prácticamente todo lo que había… Y lo que es peor: una bomba lanzada por seres humanos contra otros seres humanos….
SIN PALABRAS…

Con un pequeño –o gran- nudo en el estómago por todo lo que habíamos visto, escuchado, aprendido, sentido,… pusimos rumbo a la búsqueda de almuerzo. Salimos del parque justo por el lado opuesto al que entramos y buscamos algún sitio; como no vimos ningún restaurante que nos llamase la atención y como tampoco el hambre era mucha, decidimos coger alguna cosilla en un “7Eleven” que encontramos de camino y volver de nuevo al parque para comer allí. Cogimos –para variar- onigiri, algo de sushi, unos sándwiches y unas bebidas por ¥1056 y volvimos sobre nuestros pasos.
En el parque, encontramos un lugar a la sombra y allí nos sentamos tranquilamente a comer. A punto estábamos de acabar e irnos cuando se acercó un grupo de niños que parecían sacados de los dibujos animados japoneses que estamos acostumbrados a ver en la tele: todos vestidos igual, con sus mochilas, sus sombreritos… Venían nerviosos, pero muy sonrientes, hablando muy mal inglés y con un profesor acompañándoles, pero en la distancia. Nos pidieron permiso para hablar con nosotros (educados ya desde bien pequeños… habría que aprender de eso) y, ¡por supuesto que estábamos encantados de hacerlo! Estaban practicando su inglés y querían hacernos unas preguntas… jiji… Primero se presentaban todos, nos preguntaban cómo nos llamábamos, de dónde éramos, qué nos gustaba de Japón, cuál era nuestro deporte favorito… cosas así. Fue muy simpático, porque al decirles que a mí me gustaba el fútbol se armó el gran alboroto, ¡sobre todo con los chicos! Y ahí nos pusimos a ¿hablar? del Barça, del Madrid, de Messi…. ¡Qué risas y qué ricos los críos! Al final, nos pidieron que les firmásemos los cuadernos y nos regalaron unas tarjetas con sus nombres y varias grullas de papel. Por supuesto, aún las guardamos, al igual que las de Yoko.

Dimos por finalizada la visita a Hiroshima porque teníamos muchas ganas de llegar a nuestro siguiente destino: ¡Miyajima! Era uno de los “must” que habíamos previsto al organizar el viaje: pasar la noche en un ryokan de la isla. Y qué mejor que en una ocasión tan especial como el cumple de una de las partes de “Somos2dviaje”, ¿verdad?

Para llegar a la isla desde Hiroshima, más concretamente desde el Parque de la Paz, cogimos el tranvía número 2 en la estación de Genbaku-dome, justo en la salida al lado de la Cúpula. Nuestra parada era la última, Miyajimaguchi, a la que tardamos en llegar como unos 40 minutos. El precio del billete por persona fueron ¥260.
Una vez en la parada, como nosotros ya teníamos la JR activada, cogimos el ferry de esa compañía, que está incluido en la tarjeta. Ojo, porque hay varias compañías que hacen el trayecto, pero en la JR sólo está incluida esta.
La terminal de ferry no tiene pérdida al salir de la estación. Está bien indicado.

edificio del ferry de la compañía JR en Hiroshima para llegar a Miyajima

El trayecto de a la isla se hace realmente cortito, unos 10 minutos más o menos.

ferry de la compañía JR que realiza trayecto entre Hiroshima y Miyajima

Y ya desde el barco se pueden apreciar bonitas vistas de lo más conocido de la isla: el Santuario Itsukushima y el Gran Torii.

vista de la isla de Miyajima desde el ferry

Al llegar a Miyajima en ferry ya te me di cuenta de que esa isla nos iba a encantar. Tiene un ambiente especial, único…

Bajamos del barco y nos dirigimos directamente a ver el Torii, que a esas horas se veía al completo, ya que la marea estaba baja, antes de pasar por nuestro ryokan. El paseo desde la estación hasta allí se hace por la orilla de la playa, donde ya se pueden ir viendo unos habitantes muy especiales: los ciervos. No son tantos como días después podríamos ver en Nara, pero sí que hay unos cuantos… jeje..

El Gran Torii es el símbolo de Miyajima. Está construido con madera de alcanforero lacada en bermellón, un color que se cree espanta a los malos espíritus. Tiene casi 17 metros de altura y unos pilares de 10 metros de diámetro. Uno se siente muy chiquitín cuando está debajo.

Otorii de Miyajima visto en marea baja desde el muelle

collage de Lidia y Sergio en Otorii de Miyajima desde la playa

Aun cuando parece que el torii está firmemente anclado en el suelo, en realidad se sostiene sobre la arena por su propio peso. Mirad cómo se ve uno de los pilares desde abajo:

detalle de pilar de Otorii de Miyajima

Mientras estábamos en la playa, vimos mucha gente lanzando monedas e intentando que se quedaran en uno de los travesaños del torii (cosa, harto difícil, por otra parte). Después supimos que, al parecer, lograrlo significa buena suerte. No es extraño, pues, que la estructura esté llena de “intentos”…

detalle de monedas clavadas en el Otorii de Miyajima

A pesar de que había bastante gente, el torii es tan grande, que pudimos disfrutar muchísimo de las vistas, de su grandeza y de su magia…

Al lado del Gran Torii encontramos el Santuario de Itsukushima, uno de los santuarios sintoístas más bellos y mejor conservados de todo Japón y Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO desde 1996. Al igual que el torii, al estar construido sobre el mar, cuando la marea está alta, parece flotar sobre el agua, creando un ambiente espectacular.
Nosotros pudimos caminar por la arena desde el torii hasta la entrada del santuario, gracias al estado de la marea en este momento.

Santuario de Itsukushima en Miyajima visto desde la playa con marea baja

El complejo se compone de un santuario principal y de varios templos secundarios, además de otros edificios comunicados por amplios pontones y galerías. Se cree que fue fundado en el año 593, aunque su historia no es del todo clara, ya que no hay confirmación de su existencia hasta muchos años después, en el 811. Lo que sí se sabe es que fue víctima de varios incendio a lo largo de los siglos, así que tuvo que ser reconstruido hasta llegar, tal y como está, a nuestros días.

Sergio en el Santuario de Itsukushima de Miyajima

Lidia en el Santuario de Itsukushima de Miyajima

Después de la visita al santuario, decidimos ir en busca de nuestro ryokan: el “Mizuhasou”. Antes de nada, y para los que no lo sepáis, un ryokan es una “posada japonesa”, por decirlo de alguna manera; las habitaciones de los ryokan son grandes estancias sin tabiques, con futones, en lugar de camas, y cuyo suelo está recubierto del tradicional tatami.

Tras mucho mirar por las distintas webs, decidimos reservar en este ryokan por las buenas críticas que tenía. Además, he de decir que el que era nuestra primera opción, ya no tenía disponibilidad (¡y eso que había mirado ya por diciembre!). Pero fue una elección perfecta. Recomendamos el “Mizuhasou” a todo aquél que quiera pasar la noche en la isla.

ryokan Mizuhasu en Miyajima exterior

He de decir que nos costó un poco encontrarlo porque nos equivocamos de camino y nos metimos por donde no era, pero al final resultó que estaba justo en frente del acuario. No tiene pérdida.
La señora que nos atendió nos trató genial; hicimos el check-in, nos enseñó nuestra habitación, el baño (onsen) del que podíamos hacer uso y nos facilitó información de la isla –restaurantes, tiendas, sitios para visitar,…-.
La habitación era una pasada. Muy amplia, con baño –lavabo y retrete, ya que la ducha era compartida, en el onsen del que antes os hablaba-, los dos futones y una mesita al lado. “Yamashirohama”, se llamaba.

nombre de nuestra habitacion en el ryokan Mizuhasu de Miyajima

habitacion del ryokan Mizuhasu en Miyajima futones

Después de dejar las cosas en el ryokan volvimos a salir para dar otro paseo por la isla. Queríamos ver la puesta de sol en la playa y luego, esperar a que anocheciera para hacer más fotos del torii. Es una oportunidad única, puesto que a esas horas ya se queda en Miyajima mucha menos gente que la que hay durante el día.

Fuimos dando un largo paseo sin rumbo, hasta llegar a lo que es la calle comercial, Omotesando, llena de tiendas de souvenirs, artesanía, dulces típicos y restaurantes. En ella encontramos la cuchara para arroz más grande del mundo: 7,7 metros de largo, 2,7 metros en su punto más ancho y 2,5 toneladas de peso. ¡Casi nada! Y es que, algo típico de la isla, son las cucharas de madera para el arroz.

cuchara gigante de Miyajima

Ya parecía que iba a ponerse el sol, así que volvimos de nuevo a la playa y buscamos un buen sitio para ver el atardecer. Sin duda alguna, fue uno de los momentos que más me gustó de todo el viaje por Japón. ¡Inolvidable! Y para repetirlo…

Lidia delante del Otorii de Miyajima al atardecer

Sergio delante del Otorii de MIyajima al atardecer

Lidia y Sergio delante del Otorii de Miyajima al atardecer

Una vez que el sol se puso por completo nos fuimos a cenar, que ya empezaba a apretar el hambre. Escogimos uno de los restaurantes que la señora del ryokan nos había recomendado y que estaba situado en la calle Omotesando, así que volvimos sobre nuestros pasos. ¡Otro acierto 100%!
El restaurante se llama “Mametanuki” y tanto el servicio como la comida fueron magníficas. Aquí nos encontramos, por vez primera –y creemos que única- con una chica japonesa que hablaba inglés genial: la camarera que nos atendió. Pedimos para compartir unos noodles (teníamos que haber hecho un vídeo mientras los comíamos… ¡lo que os ibais a reír!) y una ostras, típicas de Miyajima. las pedimos gratinadas y estaban de muerte. Sergio también se pidió una cerveza y le trajeron una también típica de allí. Pagamos por todo ¥4480.

ostras gratinadas que cenamos en Miyajima

Cuando salimos de cenar ya era completamente de noche y la isla se había quedado prácticamente vacía. ¡Toda para nosotros! Y, claro está, no podíamos otra cosa sino sacar muuuuchas fotos…

Otorii de Miyajima de noche

pagoda de Miyajima de noche

sendero al lado del mar en Miyajima de noche

El día llegaba a su fin y había sido muy largo, pero precioso. Fuimos de vuelta al ryokan dando un agradable paseo completamente solos, disfrutando de la isla que a esas horas nos mostraba otra cara completamente distinta a la que habíamos visto durante el día.

Ya era hora de descansar, así que pusimos el punto y final dándonos un baño muy agradable en el onsen (pequeñito, pero muy chulo), poniéndonos los yukatas que teníamos en la habitación y yéndonos a dormir en nuestros ¿cómodos futones? Al día siguiente comprobaríamos si lo habían sido o no…

Lidia y Sergio con los yukatas en el ryokan Mizuhasu de Miyajima

 

 

GASTOS DEL DÍA:

desayuno «Mr Donut», Kyoto Station: ¥1653
tranvía Hiroshima Station-Parque de la Paz: ¥320
entrada al «Museo de la Paz»: ¥100
comida «7Eleven»: ¥1056
tranvía a Miyajimaguchi: ¥520
entrada al Santuario Itsukushima: ¥600
cena «Mametanuki»: ¥4480

TOTAL: ¥8189 (aprox. 59€)