18 DÍAS EN JAPÓN – Llegada a Osaka

Viernes, 15 de mayo de 2015.
El despertador sonó a las 4:30 de la mañana. ¡Menudo madrugón! Pero no nos importaba en absoluto; ¿verdad que cuando uno madruga para comenzar un viaje con tantísima ilusión, el sueño que pueda haber desaparece de repente? 😉
Duchita rápida y bajamos a desayunar. Una de las cosas buenas que tiene este hotel es que los desayunos comienzan a las 5 de la mañana, así que por muy temprano que salga un vuelo, siempre podrás aprovechar e ir al aeropuerto con el estómago lleno…
A las 6 teníamos reservado el shuttle que nos llevaría a la terminal de salidas; bajamos un ratillo antes e hicimos el check-out. En 5 minutos el bus del hotel nos dejó en el aeropuerto.

El aeropuerto de Bilbao es muy chiquitín, por lo que no hay mayor problema para desenvolverse por él. Como ya teníamos nuestras tarjetas de embarque al haber realizado previamente el check-in, nos fuimos directamente a la zona de “drop-off” de equipaje, lo dejamos allí y nos fuimos a pasar el control de pasaportes. Todo sin ningún tipo de problema.

El vuelo salió a la hora prevista y a las 9 de la mañana aterrizábamos en París, Charles de Gaulle, donde tendríamos que esperar unas cuantas horitas antes de embarcar rumbo a Japón. Por este motivo, nos tomamos todo con muchíiiisima calma… Teníamos que cambiar de terminal y pasar de nuevo un control de documentación, así que pusimos rumbo hacia nuestro lugar de espera para las siguientes 4 horas.
La terminal de la que salíamos no era muy grande, pero sí que tenía unas cuantas tiendas en las que entretenerse mirando (y digo mirando porque dichas tiendas eran del tipo “Rolex”, “Prada”,… en fin, nada asequible a nuestro bolsillo) y algún que otro sitio para comer, entre los que se encontraba uno que en nuestros viajes no suele fallar de vez en cuando: “Starbucks”. Sí, ya sé que no es nada del otro mundo, pero como en Asturias no lo hay, muchas veces echamos de menos alguno de sus frapuccinos y/o sándwiches… jiji…
Total, que después de dar varias vueltas, entretenernos hablando con amigos y familia, comprobar que llevábamos toda la documentación en orden y mil y una cosas más, decidimos ir a tomarnos unos bocadillos (23,90€ nos gastamos en 3 bocatas y un litro de agua… barato, no es, desde luego).

Casi al poco rato de acabar de comer, nos fijamos que ya había salido la puerta en la que tendríamos que embarcar, así que recogimos nuestras cosas y nos dirigimos hacia allí. ¡Ya quedaba nada para salir hacia Osaka! Aquí mis nervios ya comenzaban a notarse en el estómago (como suele ser habitual en mí) y ya me puse a pensar “para qué habré comido yo tanto…”. 😉

Al igual que el primer vuelo desde Bilbao, este también salió «híper-puntual”; habíamos escogido ya los asientos desde la web de Air France, así que íbamos los dos solitos en la parte trasera del avión –casi atrás del todo-, no del todo mal, dentro de lo que puede esperarse de un vuelo de tantas horas en clase turista…
Así que nada, esa zona sería nuestro “cuartel general” durante las siguientes 12 horas. Horas que se harían bastante largas porque ninguno de los dos pegamos ojo en todo el trayecto; leímos, vimos alguna que otra peli que llevábamos en nuestro ordenador, jugamos con el sistema de entretenimiento que había en cada uno de los asientos… y así fuimos, mal que bien, pasando el rato hasta que fuimos viendo amanecer (¡qué raro se nos hizo!) y fue cuando nos dimos cuenta de que ya estábamos acercándonos a nuestro destino.

Aterrizamos en el Aeropuerto de Kansai-Osaka a las 8 de la mañana del sábado, 16 de mayo. Claro, que para nosotros aún era viernes, así que nos costaba un poco centrarnos en qué día era… y es que como nunca habíamos viajado hacia el este, nunca habíamos “perdido” horas hasta entonces.

Una vez salimos del avión y pusimos pie en Osaka, ya comenzamos a notar lo que habíamos leído una y mil veces antes de poner rumbo a Japón: la eficacia, organización y amabilidad nipona. ¡Qué gusto, por dios! Puedo decir que para mí, fue “amor a primera vista” con este país. ¡Y no habíamos hecho nada más que llegar!

Pasamos el control de inmigración sin ningún tipo de problema; las colas eran bastante largas, pero no tuvimos que esperar más que unos 20 minutos antes de que fuese nuestro turno. Después de eso, recogimos nuestras maletas, por las que tampoco tuvimos que esperar; ¡qué bien, habían llegado las dos “sanas y salvas”!

Nuestro siguiente paso fue realizar el cambio de € a yenes (¥); en un principio íbamos a realizar el cambio en nuestro banco, en España, pero todo lo que leímos y todo lo que la gente nos recomendaba, era que lo hiciésemos una vez en el aeropuerto, puesto que era donde mejor cambio daban, por lo que así lo hicimos. Mientras Sergio se quedaba con las maletas, yo fui a la oficina que había nada más salir de la puerta de llegadas y allí me ayudaron, muy amablemente y sin hablar ni pizca ellos de inglés y yo de japonés, a rellenar el formulario necesario. El cambio de ese momento era de 1€ = ¥132,13 ; meses antes estaba mejor, para ya habíamos leído que el se había depreciado un poco el € con respecto al yen, así que… Hubo una cosa que nos llamó mucho la atención: yo, que estaba delante, y Sergio, que seguía todos los movimientos a unos metros de distancia, vimos las veces que el señor que me dio los yenes contó los billetes… ¡si no lo hizo 7 veces, no lo hizo ninguna! Vamos, que estaba claro que no se equivocaba al darme el cambio; yo creo que, aparte de para no equivocarse al darlo, también lo hacen para que tú te des cuenta de que no te están engañando. ¡Si es que no pueden ser mas honrados, los japoneses!

Ya con nuestro dinerín a buen recaudo, el siguiente paso fue también “de obligado cumplimiento”: cambiar los vouchers del JR Pass que nos habían llegado a casa, por las tarjetas que serían las que usaríamos una vez activados los pases.
Llegar a la oficina que hay en el aeropuerto de Osaka es muy sencillo: está todo muy bien señalizado y sólo hay que seguir las indicaciones que te llevan hacia la estación de Nankai-Kansai, ya que las oficinas están justo en frente. ¡No tiene pérdida! Al cambiar los vouchers, le indicas a la persona que te atiende cuándo quieres activar tu JR, puesto que no tiene que ser en el mismo día; nosotros lo hicimos para el jueves 21 de mayo, pues era el día en que nos íbamos a Miyajima y hasta entonces no los íbamos a necesitar. Además, también reservamos ya los asientos para dos de los trayectos que íbamos a hacer: el de Kioto-Hiroshima y el de Kioto-Tokio. Así ya nos despreocupábamos y teníamos ambos billetes con nosotros.

Pues nada, ya habíamos finalizado todos los trámites que teníamos que hacer en el aeropuerto de Kansai, así que cogimos un tren denominado “Rap:t” , de la compañía “Nankai Electric Railways”, que en unos 35 minutos nos llevó hasta la estación de Namba; el coste de cada billete fue de ¥1130. Y desde Namba cogimos un taxi que nos llevó al hotel; en este caso fueron ¥1560.

El hotel que escogimos para estas dos primeras noches en Japón fue el “Brighton City Osaka Kitahama”, que reservamos a través de “Viajes Callejeando por el Mundo” . Es un hotel que, si bien no está en lo que podríamos denominar el “meollo de Osaka”, sí que está bastante bien situado para poder moverte en metro sin mayor problema, ya que tiene la parada de Kitahama a 2 minutos a pie; además, se encuentra a unos 20 minutos del Castillo de Osaka, al cual se puede llegar dando un agradable paseo.

Como aún era muy temprano –como las 10:30 o así- en el hotel todavía no podíamos hacer el check-in, así que dejamos allí las maletas (que nos guardaban en consigna) y pusimos rumbo al Castillo de Osaka, no sin antes hacer una pequeña incursión en el “7Eleven” que había justo en frente del hotel para probar lo que serían nuestros primeros onigiris (¡madre mía, cuántos nos habremos comido a lo largo del todo el viaje!).

El Castillo de Osaka, uno de los más famosos de todo el país, data de finales del siglo XVI, y fue quemado y reconstruido en múltiples ocasiones. Se encuentra situado en el centro de un parque que abarca unas 6 hectáreas, lugar que los habitantes de la ciudad eligen para pasear y ese día, al tratarse de un sábado, estaba a rebosar de gente, aun cuando era bastante tempranito.

Castillo de Osaka

Nosotros no hicimos la visita al interior, porque habíamos leído en algún que otro blog que tampoco merecía mucho la pena, así que preferimos pasear por los alrededores. De este modo, llegamos a un templo que, vais a perdonarme, pero no recuerdo su nombre (para una vez que no apunto algo…), donde tuvimos la gran suerte de ser testigos de un trocito de una boda shinto. ¡Que emoción! Apenas llevábamos un par de horas en Japón y ya pudimos contemplar –eso sí, desde lejos- uno de sus rituales más hermosos…

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Después de estar un ratito observando en silencio, decidimos seguir nuestro camino y esta vez llegamos a un edificio alargado de cuyo interior salían unos gritos un poco… ¿inquietantes? Ni cortos ni perezosos, y como vimos que entraba y salía gente sobre todo, nos fuimos hacia allí: se trataba de una especie de pabellón donde se estaba llevando a cabo una competición de Kendo -pensaba que era Aikido, pero nuestra amiga Verónica, del blog «Viajar Code: Verónica» me corrigió sabiamente… ¡gracias 😉 -, un arte marcial japonés. Nos descalzamos para entrar y allí estuvimos otro buen rato viendo un montón de parejas luchando entre sí. Lo cierto es que yo nunca había visto este arte marcial y me llamó mucho la atención: la vestimenta, las técnicas, el respeto de los dos luchadores… He de decir que me gustó mucho.

competición Aikido en gimnasio del Parque del Castillo de Osaka

Eran ya como las 2 de la tarde y decidimos poner rumbo al hotel, a ver si se apiadaban de nosotros y nos dejaban entrar en la habitación, a pesar de que en su web indica que el check-in no puede realizarse hasta las 3. Tuvimos que esperar un ratito más en recepción, pero a eso de las 14:30 nos dejaron ya subir. ¡Viva!
La habitación, a pesar de estar en Japón donde los espacios suelen ser bastante reducidos, estaba muy bien; es más, diría que era incluso grande para lo que suele ser allí la media.

hotel Brighton City Osaka Kitahama

Nos dimos una ducha que necesitábamos como el comer y decidimos quedarnos a descansar un ratito, porque ya no podíamos con el alma… ¡Qué bien dormimos la siesta en aquélla, nuestra primera “cama japonesa”!

Al cabo de unas horitas de descanso, volvimos a coger nuestros bártulos para poner rumbo a lo que podríamos considerar “el centro de Osaka”: la zona de Dotonbori. Para ello, cogimos la línea de metro Sakaisuji en la estación de Kitahama y nos bajamos en Nipponbashi; de allí a la zona de más bullicio de Osaka, hay unos 6 minutos caminando.
Dotonbori es una de las mayores atracciones turísticas de la ciudad. Aunque históricamente era considerado el distrito del teatro, hoy en día es una animada zona llena de letreros luminosos, restaurantes, bares, gente, ruido… y es donde encontramos uno de los iconos de Osaka: el famoso cartel de los dulces “Glico”, que muestra un corredor atravesando la línea de llegada.

cartel diurno de Glico en Dotonbori-Osaka

Como podéis ver en la foto, aún es de día, así que el cartel no estaba iluminado. Sin embargo, volvimos a pasar por allí cuando ya era de noche y tampoco tenía luz; no sabemos el motivo por el cual estaba tan apagado… una pena, la verdad, porque entre tanto neón, este se quedaba un poco triste.

cartel nocturno de Glico en Dotonbori-Osaka

Fuimos paseando y callejeando un poco sin rumbo, teniendo siempre como referencia esta zona de carteles que se encuentra a ambos lados del canal, hasta que llegamos a lo que se conoce como “Amerika-Mura” (conocida también como “Ame-Mura”), punto de encuentro de muchos jóvenes de la ciudad y donde se da cita la cultura americana: pubs, tiendas de ropa de temática estadounidense, restaurantes típicos,… Y es que, de hecho, el nombre de esta zona significa literalmente “Pueblo América”. Este barrio tiene, además de muchas otras, una característica que nos llamó mucho la atención: sus farolas. Tienen forma de personas en diversas poses, así que no hay pérdida si queréis localizar Ame-Mura: seguid el rastro de “farola-humanas”… jeje…

farola con forma humana del barrio Amerika Mura-Osaka

Entre tanto paseo nos estaba entrando un poquito la gusa así que decidimos probar un plato típico de la ciudad que nos habían recomendado varias personas: los takoyakis. Son unas bolitas hechas, generalmente, de harina de trigo rellenas de pulpo; se asan en un tipo de plancha de hierro con huecos en forma semicircular, y se sirven con una salsa muy rica. Lo cierto es que los chicos que ves haciéndolos –porque los ves mientras esperas a que te los hagan- son unos genios, porque lo hacen tan rápido que parece imposible que no se deshagan todos o que no se les peguen en la plancha. ¡Tienen mucho arte! Jajaja…

takoyakis en Amerika Mura-Osaka

Mientras degustábamos los takoyakis, regresamos de nuevo hacia la zona del canal para volver a verlo todo iluminado, ya que estaba oscureciendo. Aprovechamos a sentarnos un ratito en unas escaleras y, haciendo cuentas de la hora que era en España, nos pusimos en contacto con nuestra family (que no tenían noticias nuestras desde no recordábamos cuándo) para decirles que estaba todo genial y que nuestras primeras horas en Japón estaban siendo fantásticas.
Cuando terminamos, dimos lo que sería el último paseo por la zona para hacer más fotos ya con todo encendido. ¡Es un espectáculo!

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Volvimos sobre nuestros pasos hacia la parada de metro e hicimos el recorrido a la inversa para llegar al hotel. Estábamos agotados, así que cogimos algunos sándwiches y alguna que otra cosita más en el “7Eleven” y nos fuimos directos a cenar en la habitación y a dormir.
El primer día había dado para mucho y quedaba tanto aún….

 

GASTOS DEL DÍA:

comida aeropuerto de París: 23.90€
billete tren Nankai-Namba (Osaka): ¥2260
taxi Namba-hotel: ¥1560
aperitivo “7Eleven”: ¥490
billetes metro (ida y vuelta): ¥720
takoyakis: ¥320
cena “7Eleven”: ¥760

TOTAL: ¥6110 + 23,90€ (aprox. 69€)