Domingo, 31 de Mayo de 2015.
Después del susto de ayer por la noche, lo cierto es que a mí me costó dormirme; el miedo a las réplicas del terremoto hicieron que tardara en conciliar el sueño. Por suerte no las hubo… al menos no demasiado fuertes.
Total, que con este panorama, hoy nos levantamos más tarde de lo habitual. Aún así tampoco nos importó demasiado. El día no lo habíamos planeado demasiado, solo sabíamos que lo pasaríamos en Odaiba.
Odaiba es una isla artificial situada en la bahía de Tokio. Su construcción comenzó a finales del siglo XX, pero es ahora cuando está en su máximo apogeo. La zona más turística es la parte oeste, donde podemos encontrar varios centros comerciales, museos y restaurantes, y desde allí se tienen unas magníficas vistas de la bahía.
Se puede echar el día entero allí entre una cosa y otra. Y eso fue lo que nosotros hicimos. Aún así, nos quedaron cosas por hacer…
Para llegar allí quisimos hacerlo en el Yurikamome. Se trata de un tren elevado, monorail y automatizado (o sea, no hay conductor) que conecta la estación de Shimbashi –a la cual se puede llegar con la línea JR Yamanote- con todas las atracciones de la isla.
El Yurikamome cruza el Rainbow Bridge, o Puente Arcoiris, para llegar a Odaiba y ofrece unas vistas espectaculares del puerto y de la ribera de Tokio. Conviene, por tanto, sentarse en las filas de delante:
Los trenes salen cada pocos minutos y el viaje dura unos 15 minutos hasta la estación de Daiba (una de las más cercanas a los puntos de interés).
Hay un pase para el día entero que permite un número de viajes ilimitados, que fue el que nosotros cogimos porque pensábamos movernos por la isla y volver a casa también en él. Puede sacarse en las máquinas de la estación y su precio es de ¥820.
Nuestra primera visita (que teníamos clarísima antes incluso de plantearnos siquiera el viaje) fue al Museo de Ciencia e Innovación, más conocido como Miraikan. Para ello nos bajamos en la parada de Fune-no-Kagakukan, que queda muy cerquita de la entrada del museo.
Este museo interactivo –qué gusto da poder toquetear todo en un museo…jijiji- y bilingüe, incluye exhibiciones de tecnología, biología, espacio… Para nosotros, un indispensable en una visita a Odaiba.
Pero el “culpable” del deseo que teníamos de ver el Miraikan era Asimo, el famoso robot humanoide de Honda:
Para poder ver la exhibición de Asimo, solo hace falta fijarse en las horas que indican en los carteles del museo y, un ratito antes, acercarse a la zona que acordonan para ello. Nosotros fuimos con tiempo suficiente porque queríamos estar lo más cerca posible. Y lo conseguimos: en primera fila, sentados como los niños justo detrás del cordón, desde donde pudimos ver todo perfectamente. Asimo habla japonés, pero si entiendes un poquito inglés no hay problema porque traducen todo en una pantalla detrás suyo; y si no es el caso, igualmente merece la pena ver lo que hace el robot.
A nosotros nos gustó mucho, la verdad. No es que sea algo mega-espectacular, pero aún así, mereció la pena entrar. Y bueno, aparte de Asimo también echamos un buen ratito en el resto del museo, donde siempre hay trabajadores o voluntarios dispuestos a explicarte lo que estás viendo y a indicarte que puedes apretar todos los botoncitos que quieras. ¡Cómo mola! Jajaja…
Después de salir del Miraikan, fuimos a nuestro siguiente punto caminando: Palette Town.Íbamos a coger el Yurikamome, pero como no está demasiado lejos, decidimos ir dando un paseo.
Este es el complejo comercial más famoso de Odaiba y en él encontramos varios sitios de interés:
- “Venus Fort”: Un mall de 3 pisos, al estilo de una ciudad europea del siglo XVIII, lleno de tiendas, boutiques, restaurantes y cafés.
- “Toyota Mega Web”: Un showroom gigantesco de la marca donde pueden verse desde coches antiguos a los más modernos.
- “Daikanrasha Ferris Wheel”: una de las norias más grandes del mundo, con sus 115 metros de altura.
- “Leisureland”: Un complejo con salas de juegos, boleras, karaokes… abierto 24 horas.
Al llegar allí lo primero que hicimos fue ir a la exposición de Toyota. A los dos nos gustan mucho los coches, así que dimos una vuelta por las diferentes zonas que tienen: coches antiguos, novedades que aún no han salido al mercado, nos subimos a un simulador,… Pero lo que más, más, más me gustó a mí fue “mi coche” (así lo bauticé):
¡No me digáis que no es ideal! Es perfecto para mí: pequeñajo y rosa. ¡Adoro el rosa! Jajajaja…
Salimos de esa zona de Palette Town y fuimos a deambular un poco por las tiendas de “Venus Fort” mientras hacíamos un poco de tiempo hasta que nos entrase el hambre. Hicimos alguna que otra compra que más tarde dejaríamos en unas taquillas para no ir cargando con las bolsas.
Sin salir del centro comercial encontramos un sitio muy chulo donde nos quedamos a comer. Por más que llevo pensando mientras escribo este post, no recuerdo ni cómo se llamaba ni lo que comimos; es más -fallo garrafal nuevamente-, comprobando las notas de mi libreta, me doy cuenta de que ni siquiera lo apunté. En fin, tendréis que volver a perdonarme. 🙁
Después de almorzar salimos del complejo de “Palette Town”, para ir al último centro comercial que abrió sus puertas en Odaiba (en el año 2012, concretamente): el Divercity Tokyo Plaza.
Realmente no deja de ser otro complejo muy parecido al anterior, con sus tiendas y restaurantes, pero en este caso, este lugar es muy conocido por su estatua gigante de “Gundam”, situada en el exterior del edificio:
Son 18 metros de robot que quizás en la foto de arriba no se haya apreciado, pero si os pongo esta otra y veis a Sergio tan chiquitín a su lado, igual os llama más la atención…
La saga “Gundam” es una de las de mayor éxito en el anime japonés y con motivo de su 30º aniversario, en el año 2009, se construyó esta estatua de tamaño real (escala 1/1) de uno de sus modelos más emblemáticos.
Es la parte más conocida de la zona y la llamada “Gundam Front”, en el 7º piso del centro comercial, han creado una pequeño museo dedicado a la saga. Además de eso, en el 2º piso, existe un “Gundam Café”, que hace las delicias de los fans de la serie. Nosotros, como no lo somos en absoluto (es más, antes de ir yo ni siquiera sabía lo que era…), únicamente vimos el robot. Lo cierto es que llama mucho la atención y es una atracción para no perderse si vas a Odaiba. Tengo entendido que a ciertas horas realiza una especie de performance, pero no sé deciros a ciencia cierta.
Seguimos nuestro paseo por la isla y cada vez íbamos acercándonos más a la zona de la playa, que sería nuestro destino final del día. Y en nuestro caminar, pudimos ver uno de los edificios más llamativos de Odaiba: el Edificio Fuji TV.
Se trata de los cuarteles generales de la cadena de televisión japonesa. Ciertamente, para los extranjeros quizás no suponga una visita demasiado interesante al no conocer los programas que emiten (lo mismo que ocurría con la “TV Asahi” de Roppongi), sin embargo, sí que llama mucho la atención su diseño futurista. ¿Veis en la foto anterior la esfera del edificio? Pues se trata de una plataforma de observación situada en el piso 25; se puede visitar, aunque nosotros no lo hicimos porque no estábamos seguros de que abriesen al ser domingo y, además, no queríamos retrasarnos demasiado en nuestros siguientes planes.
Tras dejar detrás este llamativo edificio, llegamos al Joypolis, un parque temático interior de la marca “Sega”, de tres pisos, repleto de videojuegos y otros entretenimientos.
Aquí fue donde dejamos en una taquillas las bolsas con las compras y también la cámara de fotos, porque llevábamos intención de subirnos, al menos, en la montaña rusa que tienen y no queríamos ir cargando con nada.
Sí, lo habéis leído bien: hay una montaña rusa en el interior del centro. Y sí, nos subimos. Realmente fue en lo único que nos montamos, porque el resto de cosas no nos llamaban mucho la atención, y aquellas que lo hacían, estaban tan llenísimas de gente, que no nos apetecía hacer colas enormes. Ya habíamos hecho suficiente para la montaña.
Por cierto, la entrada al Joypolis cuesta ¥800, a lo cual tienes que sumar luego los “cachivaches” a los que te subas o los video-juegos a los que quieras jugar. También hay la posibilidad de comprar un ticket, digamos todo incluido, por ¥3900. Menos mal que no optamos por esta última opción (que sí lo habíamos pensado) porque no lo habríamos amortizado.
Al salir del parque, volvimos a poner rumbo a la playa ahora ya sí para quedarnos a ver anochecer desde allí. Aunque antes de “instalarnos” nos acercamos a ver otro punto muy original que está en el waterfront:
Sobran las palabras ¿verdad? Es bastante más chiquitina que la original, por supuesto, pero nos hizo mucha gracia verla en Japón.
Por cierto que con esta ya son unas cuantas “estatuas de la libertad” que vamos viendo alrededor del mundo. Algún día haremos un post al respecto… jeje.
La playa de Odaiba es uno de los lugares más encantadores de la isla, más allá de todos los centros comerciales. Aún así, es recomendable no bañarse, debido a los niveles de polución.
Cuando llegamos allí, vimos un montón de gente haciendo mil cosas distintas, como si de un día de playa “normal” se tratase:
Al ser domingo, estaba lleno de gente y había muchísimos niños. Hice un montón de fotos muy simpáticos (a mí, no sé por qué, los niños japoneses me causan mucha gracia), pero decidimos no ponerlas en el post porque nos da “no sé qué” al ser menores de edad…
Entre todos los grupos de gente que pudimos ver, nos llamó la atención este de cuatro muchachas que, no os exagero en absoluto, pero estarían haciéndose selfies, poses, figuritas y demás para las fotos, por lo menos un par de horas. ¡Cuántas fotos harían madre! Nos reímos un montón porque no sabemos de dónde sacaban las ideas, pero hacían cada pose… ¡jajaja!
Pues así, entretenidos con unos refrescos que habíamos comprado, y viendo a la gente pasar y posar, se nos fue echando la noche encima. ¡Y qué precioso atardecer pudimos contemplar desde nuestro sitio! Había merecido la pena la espera (además del descanso que le habíamos dado a nuestros pies, ya duramente machacados tras varios días de viaje).
Y tras el rojo intenso de la puesta de sol, calló la noche sobre la ciudad. Otro momento mágico que intentamos plasmar con la cámara, aunque lo que se ve en las fotos dista mucho de lo que en realidad pudimos ver.
Antes de dejar Odaiba cenamos en un “McDonald’s” que pillamos de camino a la estación (¥1080), rodeados de multitud de adolescentes cargados de bolsas que, con toda seguridad, habían pasado el día de centro comercial en centro comercial. Y es que Odaiba, para los amantes del shopping, es un paraíso.
Con la imagen del Rainbow Bridge en nuestras retinas y lo contentos que estábamos de haber decidido quedarnos a ver el final del día en la isla, pusimos rumbo a la parada del Yurikamome para volver a hacer el camino inverso al de la mañana y regresar al hotel. Éramos conscientes de que el viaje estaba llegando a su fin y nos daba una pena inmensa, pero antes de irnos aún nos quedaba alguna que otra cosa por hacer y el tiempo restante lo íbamos a aprovechar al máximo.
Pero eso, como siempre, para otro día…
GASTOS DEL DÍA:
billetes Yurikamome: ¥1640
entradas «Miraikan»: ¥1240
«Joypolis»: ¥3200
cena «McDonald’s»: ¥1080
TOTAL: ¥7160(aprox. 54€) (falta la comida)